12 feb 2008

Un gran misterio: ¿por qué leemos libros?


En un momento en que los libros parecen estar librando una sísifea batalla contra las fuerzas de Internet, la idea de que alguien pueda pasar de la indiferencia literaria a una pasión devoradora parece, lamentablemente, descabellada.

¿Se ha desvanecido toda esperanza o la gente todavía se siente atraída por el paisaje literario? Y ¿qué es exactamente lo que convierte a alguien en un amante de los libros que quiere más y más?

No existe una respuesta empírica. De ser así más libros se venderían tan bien como la saga de "Harry Potter" o "El Código Da Vinci". La gestación de un lector verdadero y comprometido es en cierto modo un proceso mágico, forjado, en parte, por fuerzas externas, pero también por una chispa de la imaginación.

Tener unos padres que leen ayuda mucho, pero no es una garantía absoluta. Los profesores y bibliotecarios devotos también pueden influir. Pero a pesar de la proliferación de grupos y blogs literarios, en última instancia, la lectura es un acto privado. "Por qué la gente lee lo que lee es un gran misterio y algo personal", dice Sara Nelson, editora jefe de la revista Publishers Weekly.

Con frecuecia, pedir a alguien que explique por qué lee es invitar a una racionalización elegante. Junot Díaz, autor de "La breve y asombrosa vida de Oscar Wao", recuerda vívidamente que tropezó con una biblioteca móvil poco después de que su familia emigrara de la República Dominicana a Nueva Jersey cuando tenía 6 años. Tomó prestado un libro de imágenes de Richard Scarry, una colección de cuadros de paisajes del s XIX y una versión de "El Signo de los Cuatro" de Arthur Conan Doyle.

¿Qué tenían estos tres títulos para convirtirle en un loco de los libros? "Podría inventar una historia que explicara el mito de la creación de mi fiebre lectora", dijo Díaz. "Pero sería algo irreal. Lo que nos hace vulnerables a ciertas prácticas, y no a otras es un misterio."

Salvedades aparte, hay algunas pistas sobre qué puede transformar a alguien en un lector asiduo.

"The uncommon reader" plantea la teoría de que el libro adecuado en el momento adecuado puede desencadenar un hábito de por vida. Este es un ideal romántico que persiste entre muchos bibliófilos.
"Puede ser como una droga en un sentido positivo", dijo Daniel Goldin, director general de la Librería Harry W. Schwartz en Milwaukee. "Si das con el libro que haga que una persona se enamore de la lectura, querrá otro."

La mayoría de las veces la experiencia se produce en la infancia. Es la edad en que se encuentra ese libro la que determina el hábito para el resto de la vida. Cuanto más joven lo encuentras, más probable es que vayas a ser un gran lector.

Pero ¿qué convierte a ese libro en el desencadenante de una lectura continuada? Para algunos, es el descubrimiento de que un personaje de un libro es como nosotros, o piensa y siente como nosotros. Para otros no es tanto la identificación como la adopción de la otredad lo que les atrae a la lectura. Es la fascinación de intentar descubrir un mundo desconocido. A veces el mundo de la lectura se abre gracias a un libro fácil de leer.

Hay quien opina que la lectura es un ejercicio que, al igual que el ballet o el béisbol, simplemente exige práctica. "Para mucha gente la lectura es simplemente algo más que hacer," dijo Paula Brehm Heeger, presidente de la Young Adult Library Services Association. "Y de pronto te das cuenta de que realmente te gusta."

La cuestión de si la lectura, o la lectura de libros en particular, es algo fundamental se complica por el hecho de que parte de lo que atrae a la gente a los libros se encuentra disponible también en otros medios y no hay tiempo para consumirlo todo.

Los lectores que desean saber que no están solos se ven reflejados a sí mismos en los blogs que proliferan en Internet. Y algunas series de televisión pueden satisfacer el hambre de narrativa y de personajes bien desarrollados como sólo podían hacerlo los libros en épocas anteriores.

Pero el libro ha sobrevivido a muchas sentencias de muerte y es probable que vuelvan a hacerlo. "Soy mucho más optimista que la mayoría de la gente", dijo Díaz. La lectura se resiente porque tiene que competir injustamente con películas, programas de televisión y aparatos electrónicos cuya comercialización cuanta con presupuestos mucho mayores que los de los editores. "Los libros no tienen miles de millones de dólares de publicidad detrás de ellos", dijo Díaz. "Teniendo en cuenta que los libros no cuentan con esa ventaja no están haciendo un mal trabajo".


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El artículo original se publicó en en New York Times. Su autor es Motoko Rich.
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Una traducción casi completa salió publicada en El País del jueves 13 de diciembre, en el suplemento New York Times en español, accesible únicamente en la edición impresa.

Fuente: desequilibros

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