9 oct 2007

De las páginas que lloran en el estante

De las páginas que lloran en el estante
Una erudita obra sobre las bibliotecas. Por Marcos Rosenzvaig. ENSAYO.
TODO UN ATESORADOR. Manguel posee una colección de unos 50.000 volúmenes.
LA BIBLIOTECA DE NOCHEAlberto Manguel (Norma - Buenos Aires)
A aquello que Borges ficcionalizó, Alberto Manguel se ocupó de darle entidad real mediante el ensayo: la biblioteca. Está escrito que aquel que reserva sus conocimientos para sí mismo no será bien recibido en el Reino de los Cielos y, según la tradición islámica, un sabio puede luchar con mayor eficacia contra el demonio que mil devotos. Poseedor de una biblioteca de unos 50.000 volúmenes, Alberto Manguel permanecerá en la historia como uno de los autores empeñados en develar los misterios que albergan las bibliotecas, la naturaleza cuestionadora del libro y la historia de la lectura. Este políglota argentino, que escribe en inglés y vive en Francia, es autor de Una historia de la lectura, En el bosque del espejo, Leyendo imágenes, Diario de lectura y, de reciente aparición, La biblioteca de noche. Este ensayo apasionante y ahíto amable de erudición trata al lector como a una página más de este infinito libro que es la vida. Y es porque Manguel sabe que el conocimiento ad infinitum es una tarea imposible, y que la vida misma es su réplica, el doble exacto de lo que acontece en el mundo de las bibliotecas. La biblioteca es un peso donde cabe todo, desde las ausencias hasta el orden y el caos. A veces se trata de pedante acumulación, de infinitud, de azar, de espacio, de poder y de mito. Una biblioteca es asistida por palabras expectantes en los anaqueles, páginas que se quejan o que lloran en el silencio de los estantes. De todo ello habla este conmovedor ensayo, de la quema de libros en la época de la dictadura y durante el terror nazi; de la necesidad de presidentes como Perón que, sin haber leído a Cervantes, le urgía tener un lugarcito en la Academia Nacional de las Letras. Está impreso en un papel exquisitamente acerado, del que gustosamente doy vuelta su piel, como si se tratara de una mujer bella y desnuda, y me sumerjo en las fotografías de antiguos libros de oraciones, en el saqueo de la Biblioteca Nacional de Bagdad, y en la única piedra que quedó de la biblioteca ateniense. En ella reza una inscripción: “los horarios de atención son de la primera a la sexta hora” y “está prohibido sustraer obras de la biblioteca”. © LA GACETA

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