30 mar 2015

La bibliotecaria, un personaje icónico pero real




El vídeo que encabeza este post dominical es el cuento El secuestro de la bibliotecaria, de Margaret Mahy, contado por la cuentacuentos Cristina Serrano Frías. Aunque es un vídeo un poco largo, recomiendo que lo veáis ya que es un cuento que aporta una visión positiva de los bibliotecarios.

Esta semana el gremio de bibliotecarios andamos revolucionados y en pie de guerra contra un periódico de tirada nacional que permitió la publicación de un insultante y degradante artículo de opinión sobre bibliotecarias y bibliotecas. Ni nombraré al periódico ni al autor de dicho escrito para no darle publicidad ni tráfico a la web, pero como bibliotecaria y redactora de este blog me siento en la obligación de hablar al respecto de esta figura: la bibliotecaria.

Y sí, digo LA, ya que es curioso cómo la figura del bibliotecario es la de un hombre sabio, respetado, que ha conseguido serenidad y paz en su vida personal, con una amplia cultura, que tiene a una dulce mujer en su casa que le recibe amorosa con la cena caliente, que le cuenta relatos heróicos a sus hijos.

Por su parte, la figura de la bibliotecaria es la de una mujer amargada, lesbiana en el sentido más despectivo con el que se ha usado este término, es decir, mujer agria que ha sido incapaz de atraer a un hombre, soltera, de maternidad frustrada, estricta, reprimida, poco atractiva, por no decir fea, que usa gafas y moños, amante de la soledad y, a pesar de estar rodeada de libros, no muestra grandes inquietudes culturales.

¿Exagero? Bueno, un poquito tal vez, pero hay que reconocer que en el cine, la televisión y la literatura, la figura de la bibliotecaria no es precisamente la de una mujer feliz, amable y realizada.

bibliotecaria sexy La bibliotecaria, un personaje icónico pero real
Sería injusto no mencionar el mito de la bibliotecaria sexy, también presente en el cine, la televisión y la literatura

Algunas veces hemos hablado en este blog sobre bibliotecas, ya que es el lugar donde muchos lectores se forman y se alimentan a lo largo de su vida. Pero… ¿hemos hablado de los bibliotecarios?

Ahora ya sí uso el género neutro (que me perdonen los que promueven el lenguaje no sexista, pero defiendo el género neutro en nuestro idioma), porque en una sociedad donde la cultura ocupara el pilar que le corresponde, el bibliotecario del barrio tendría la misma importancia que le damos al farmacéutico.

De un bibliotecario esperamos que sea amable, empático, que nos atienda como si fuéramos lo único que tiene que hacer en todo el día. Tal y como me dijo un gran bibliotecario durante mi período de formación, “cuando un usuario entra por la puerta, todo el sistema se paraliza“.

Podemos esperar que sepa buscar información, no sólo en el espacio físico de la biblioteca, sino también en la red; podemos pedirle que nos forme y oriente en cuestiones de búsquedas documentales y de información; es más, podemos pedirle que nos oriente en cuestiones de información local; incluso pedirle que nos recomiende literatura, cine o música ya que no es disparatado presuponer un nivel cultural aceptable a una persona que trabaja rodeado de ella.

Lo que no debemos exigir a un bibliotecario es que vigile a nuestros hijos si los dejamos en la zona infantil ya que eso no es una guardería y nosotros no tenemos título de cuidadores infantiles; tampoco se nos puede exigir que seamos un pozo de conocimientos literarios porque la misión del bibliotecario va más allá de la literatura y la literatura no forma parte de la formación en las facultades de Documentación.

Por experiencia os digo que ser bibliotecaria es la profesión más bonita del mundo, más que la de periodista como decía García Márquez.

Y si digo la verdad, me resultaba realmente bonito ser “la bibliotecaria”.



La bibliotecaria

Salvador Sostres

El viernes de la semana pasada, a la salida del colegio, llevé a mi hija a una biblioteca pública, en insensato seguidismo de otros padres de la clase de Maria que así procedían. Por lo visto a las 18h un hombre iba a contar algunos cuentos. A mi hija le encantan los cuentos y pensé que estaría bien. De hecho estuvo bien, el tipo estuvo bien, y la niña salió encantada.


Pero luego pasó algo extraordinario. En la planta baja de esta biblioteca, llamada Clarà por encontrarse en el antiguo taller del escultor Josep Clarà, y situada en la esquina de las calles Doctor Carulla y Calatrava, en la zona noble de la ciudad, hay una pequeña habitación, apartada, y hasta separada, dedicada a los niños, con libros de cuentos, mesas bajas, sofás infantiles y las paredes decoradas con muñecos de Disney. 



Allí estuvimos padres y niños, con el cierto caos que siempre impera en este tipo de reuniones pero manteniendo, dentro de todo, un considerable sentido de lo civilizado. Y una bibliotecaria con ese corte de pelo entre el Ensanche izquierdo y Jarrai, entre el lesbianismo y el PSUC -si es que no fue todo lo mismo-, y con el rostro impenetrable por tantas pasiones insatisfechas, iba y venía reclamándonos silencio.



Su impertinencia a todos nos impacientó pero nadie le dijo nada.



Mi hija ya no lleva pañales y como llevaba un rato jugando y habíamos merendado, le dije que fuéramos al baño, y allí, en la pared derecha del baño, mirándolo desde la entrada, en la pared del baño de la biblioteca que reclama silencio en la zona infantil de comic books y juegos, en el baño de la biblioteca de la bibliotecaria estricta, mitad Idoia, mitad chacha, había colgada una máquina dispensadora de preservativos. 



Éste es el modelo de biblioteca pública: mala leche contra los niños y condones en el lavabo. Los niños no pueden jugar en la zona infantil pero pueden follar lo que quieran en el baño.



Al regresar a la sala, y cuando la empleada municipal volvió a reclamarnos silencio, pensé para mí, sin decir nada: "¡Calla, putanga!". La izquierda siempre acaba en el burdel, y por eso cree que abortar es un derecho, y una conquista social. Educar a los hijos en el concepto y la experiencia de lo público es atroz. Les vuelve cínicos y corruptos, ingresan en el club de la queja y de la excusa, y en lugar de estimular sus capacidades las atrofias.



El resumen de la izquierda es una máquina de condones en una biblioteca pública con una zona infantil en la que no se deja jugar a los niños. Como su sistema conduce a la tristeza quieren que todos estemos tristes. Como su ética trae sólo desesperación, quieren que estemos todos desesperados. Desesperados de máquina de condón. Y luego van a por nuestros hijos, para robarnos hasta la esperanza.



Yo creo que lo que a la bibliotecaria le sabía mal era ver a un padre feliz con su hija. Hay un resentimiento de fondo y es un resentimiento terrible. No hay nada que ofenda tanto a una funcionaria resentida como el sagrado esplendor de la Familia.




Fuente:http://www.elmundo.es/blogs/elmundo/guantanamo/2015/03/27/la-bibliotecaria.html

Fuente bibliográfica
La bibliotecaria, un personaje icónico pero real. Actualidad Literatura [en línea] 2015. [Consulta: 30 marzo 2015]. Disponible en: http://www.actualidadliteratura.com/la-bibliotecaria-un-personaje-iconico-pero-real/. 

2 comentarios :

Isabel Garin dijo...

Coincido con la doble vara para medir bibliotecarios y bibliotecarias, y con el repudio al degradante post del padre lector. De cualquier forma, en mi opinión tendría que quedar un espacio para las individualidades, y así como hay médicos despectivos y distantes y médicos cálidos, o vendedores antipáticos y vendedores simpáticos, también puede haber bibliotecariXs más o menos próximos a la gente y más o menos dispuestXs a ayudarla. Si aceptamos la variedad, entonces no olvidar compensar con un contraejemplo cuando se cuenta algo como en el post ése

Unknown dijo...

hola, soy bibliotecaria y para nada frustrada ni siquiera cercana a la forma que se describe en el articulo. Trabajo en una biblioteca popular, en San Rafael, Mendoza Argentina (aclaro porque no se si ese articulo es de Argentina), trabajo ad honorem y me encanta. En esta biblioteca los niños cuentan con su espacio donde pueden leer y jugar ya que les ofrecemos juegos didácticos. Recibimos visitas de jardines de infantes. para nada me molesta el ruido habitual de risas y murmullos de niños. Solo les pido que cuiden el vocabulario.

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